Estaba sentada pensativa mirando la computadora. Estaba
claro que hoy no avanzaría mucho en el proyecto, porque la realidad es que mi
mente estaba en otro lado. Ya habíamos relevado los VF-11 nuevos, parecían
excelentes, así que salvo algunos chequeos de rutina y algunas reparaciones que
había que hacer a las naves tras los incidentes de Australia, el grupo técnico
contaba con una relativa tranquilidad. La nave estaba lista para partir,
habíamos colocado el sistema que faltaba, y en estos días lo habíamos verificado
hasta saber que quedo listo.
Pero mi mente seguía en otro lado. Repetía la escena
mentalmente, al menos, dos o tres veces cada pocas horas. ¿Tendría que haberlo
matado? ¿Y si lo entregaba? ¿Y si le pedía a Igor que lo sacara? No... Yo
hubiera hecho lo mismo que él en su lugar. Pero me pesaba la muerte de Sean
Phillips. Él era un maldito héroe del 15º Escuadrón. Y yo lo había matado. A un
tipo que admiraba. Sabía que era lo mejor, sabía que de esta forma le estaba
dando una nueva vida al proyecto de la Cruz al neutralizar, suponía yo, a uno
de los líderes insurrectos. Pero él también tenía razón en varios de sus
puntos. Lástima... lástima que su visión fuera tan pequeña. Y que hubiera
olvidado parte del honor que caracterizaba a la Cruz.
Dejé el proyecto avanzando casi nada, el viaje al espacio me
iba a dar tiempo para trabajar en él. Revisé la bandeja de correos... no tenía
respuesta de Ed, ni de los por lo menos quince mails que le había mandado a
Hank. Por Dios, que él estuviera bien. Era algo que me tenía muy preocupada.
Hank era uno de los pocos amigos que me quedaban del pasado, y me rehusaba a
pensar que estaba muerto.
La bandeja de salida me recordaba que ya había mandado un
mail informándole a los técnicos que íbamos a jugar un Santa Claus secreto como
dijo el Teniente Ono, pero entre nosotros el staff técnico. Era una buena forma
de unir un poco a los muchachos, y les avisé que antes de partir haríamos un
almuerzo entre todos, los que iban y los que quedaban. Quería que reine un buen
clima. Así que, sin demasiado que hacer y sin ánimo para trabajar, me fui de
compras.
El modelo de lentes negros para Mark ya me había llegado.
Por suerte, pude incluir las pavadas que quería que tuviera: un led en el lente
para desplegar información, el zoom y el equipamiento de visión nocturna. Era
todo tan chiquito que costó enhebrar todo... esperaba que Mark no rompiera todo
el día que tuviera que explicarle cómo funcionaba cada cosa.
Las espadas todavía no, pero llegarían. Pedí dos daishos.
Uno era para mí, una katana hecha con los mejores materiales, trabajada de
forma ancestral... y con la tecnología de punta de la UN Spacy. Ambas fundas
contaban con una cruz, pero una era roja y amarilla y la otra era verde y
azulada. Estoy segura que a él le van a encantar.
Compré para Ono esos modelos de los veritechs de la Cruz en
metal. A Ono, creo, le iban a gustar. Así de paso aprendía las porquerías que
teníamos en el pasado. Para Rand y Rook compré una biblioteca llena de
clásicos: era la forma en la que les diría que se consigan un hogar. A ellos
les encantaba viajar por todos lados, pero quería que tuvieran un lugar para
ellos. Un lugar que llamaran hogar. A mi cuñada y a la hermosa de mi sobrina
les compré ropa. Lilly iba a querer algo más, pero cómo no sé qué le gusta,
opté por dejarle un puñado de billetes en la ropa.
Con Scott y Ariel seguí un principio similar al de Rook y
Rand: les iba a regalar una Flor de la Vida de mi colección. No me quedaban
muchas, por suerte el antídoto soviético había salvado a las pocas que tenía.
Iba con un hermoso macetero para que instalaran en su hogar, que iba siendo
hora de que tuvieran uno. A mi buen amigo Lancer le mandé una botella del mejor
licor que pude comprar... nadie mejor que él iba a saber apreciarlo.
Para mis técnicos compré una botella de un buen vino para
cada uno. También para varios de los pilotos: Paola, Maia, William, Zeddox,
Pierce y otros con los que tenía un trato mayor. Y a mí Santa Secreto, que al
final me tocó Danya Zaitseva, una de mis técnicas preferidas. Por suerte. Le
compré una blusa muy elegante, no era una blusa que la hiciera ver mayor pero
tampoco era de jovencita, así que iría genial. Y de regalo extra les daría unos
días libres para que pudiera tomarse con el marido y la hija. Y le compré ropa
a Ed y un peluche a su hijita, a la que todavía no conocía.
Y dejé el regalo final: un holopendiente. Sería para Vaz.
Tenía tantas dudas de lo que iba a hacer, pero el otro día lo vi mal. Lo
encendí:
Quiero que sepas que
siempre que necesites algo, lo que sea, una sonrisa, un apoyo, un comentario,
una idea, un abrazo, me lo digas. Sabe, Vassilij Nevsky, que yo siempre voy a
estar a tu lado porque, la verdad sea dicha, yo siempre te voy a amar. -Y
sonreí- No te olvides nunca de mí.
Era algo fuerte, pero yo necesitaba llegar a algo. Los
últimos tiempos habían sido duros, muy extraños. No quería exigirlo, pero entre
la decepción que me causó su rechazo inicial, su convicción de que yo lo había
abandonado, mis sentimientos que habían vuelto a aflorar, porque la realidad es
que él y yo nunca terminamos nuestra relación, y el hecho de vernos
frecuentemente, hacían que yo necesitara saber dónde estaba parada. Necesitaba
saber si podía esperarlo, si podía buscar otros horizontes para mi vida... si
me necesitaba. Había sido la pareja más duradera de mi vida, la que me agarró
en un período de madurez, una en la que había depositado muchísimas esperanzas
en su momento y que había sido abruptamente cortada. Escribí una carta para él.
Hola Vaz. Quizás te estés
preguntando el porqué del mensaje. Es la verdad, pura. Esos son mis
sentimientos. Creo que todavía te amo y quisiera tener una nueva oportunidad a
tu lado. Pero entiendo que pasaron muchos años entre nosotros, que no sos la
misma persona y que estás con problemas personales. Aun así, quiero acercarme a
vos, incluso aunque me toque salir lastimada. Y si no queres estar conmigo como
tu pareja, espero que al menos me aceptes como tu amiga....
Tiré la carta a la basura. Me parecía demasiado
"dulce" y... no sé, me dio la sensación de que no estaba planteando
la relación de igual a igual. Tenía que reformular el holopendiente. Decir algo
que sintetice lo que siento, no fuera demasiado abrumador, y se sintiera como
algo que dijera "si vos queres". Estuve un rato largo pensando qué
decir. Después de un tiempo, un sencillo registro vino a mi mente. Tenía que
ser algo que quizás él chequeara cada tanto, no un mensaje de momento, sino
algo atemporal.
Grabé un nuevo registro en el holopendiente:
Empecé mirando el registro y sonreí. En el caso de funcionar
como recordatorio, tenía que dejarle una sonrisa alegre.
Vassilij Nevsky... Te
amaré por siempre.
Ahí terminé la grabación. Era clichado pero directo.
Revelaba mis sentimientos, era atemporal, si él no quería estar más conmigo, al
menos que supiera lo que yo sentía. Empecé una nueva carta:
Feliz navidad, Vaz.
Ojalá cuando quieras abrir tu corazón, dejes que yo sea quién abra la puerta.
Guardé las cosas. Se las daría en navidad. Y llegaría a
saber dónde estaba parada.
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