viernes, 15 de noviembre de 2013

Calentando Motores



La Guerra. Aquello para lo que habían sido creados. Aquello que aún les daba más emoción que todo lo que habían conocido entre los micronianos. La mayoría de ellos apreciaba mucho a los Portadores de Cultura, pero había llegado el momento en que finalmente ellos, los Zentraedi, los soldados más temidos de la galaxia entraran en acción otra vez. En guerras anteriores, los políticos habían frenado sus pies; los habían convencido de que la lucha era innecesaria, que la Cruz del Sur se merecía su destino, que el Invid era ahora problema de otro. Pocos les importaba a ellos si todo esto era cierto o no, pero muchos, incluso aquellos ya deculturados, extrañaban el sonido fatídico de la sirenas que llamaba al campo de la muerte y la gloria. En estos años, habían aprendido el significado de la palabra “amigo”, gracias a los terrícolas. Lo cual significaba que ahora sabían mejor lo que era un enemigo. Ahora había uno nuevo.....robots? Algo en sus fueros internos les decía que ya habían peleado con algo asi. Y seguramente así era. Por miles de años ellos habían peleado contra todo, se habían vencido hasta a ellos mismos. Las décadas de descanso habían estado bien, pero ahora, ahora era el momento de atacar, de destruir y matar, de aniquilar y hacer polvo a sus enemigos.  Por primera vez en 30 años, el mismo Breetai, a quien creían perdido entre los micronianos, los lideraría. Como antes de la Tierra, como antes del amor, como antes de todo. Solo ellos, sus armas y sus enemigos.

Breetai era cualquier cosa, menos estúpido. Sabía perfectamente, paso por paso, el significado político de las decisiones que estaba tomando. Cansado estaba del jueguito de los dictadores y "presidentes terrestres; gracias a la Tierra había sido que él había tenido su visión más iluminadora en más de 100 mil años; apreciaba a ese pequeño planeta azul, y lo quería unido a la UN Spacy, saberlo bajo su protección sin que hubiera mezquindades y ambiciones fútiles de pequeños hombres en el medio. Había querido entrar en la guerra desde el primer momento, seguro de que sus antiguas tropas le responderían sin tener que pasar por la burocracia de sus propios aliados, y sabiendo que una contundente victoria allanaría el camino.  Llamando a Zentraedi auxiliares y voluntarios, la lenta y burocrática aprobación del Consejo de Seguridad de la UN Spacy no era necesaria.  Sin embargo, pese a su desconfianza, la maquinaria bélica se puso en acción, lista para un conflicto largo y desgastante. A su modo, Breetai disfrutaba aquello tanto como el menos listo de sus soldados -habían sido décadas de inacción- pero él lo disfrutaba a otro nivel: El de la estrategia y la táctica, al cómo destruir a un enemigo que parecía peligroso y lleno de recursos; aunque los combates en el Sistema Solar habían probado que eran vulnerables, nadie sabía exactamente qué esperar de los Haydonitas, y eso era precisamente lo que los hacía dignos adversarios, aunque él los recordara como débiles maquinas clavadas a su mundo de silicio. 

Sabía también perfectamente qué juego que estaba jugando aquel anciano de aspecto hosco, Zygmantov, el almirante soviético, cuya pequeña forma microniana ahora tenía adelante. Un tratado con los Sferianos, una sutil exigencia, disfrazada de pedido humilde, de formar parte de la Operación. En un clima de “camaradería”, nunca mejor dicho, quizá sintiéndose poderosos por ser los anfitriones de las negociaciones, los soviéticos exigían también ser ellos los que trataran con los nativos y organizaran la ayuda humanitaria y las operaciones de rescate; esta vez, la demanda venía disfrazada de argumento lógico. Breetai sonrió. Aquellos humanos escindidos por razones…políticas? Económicas? Que a él nunca le había interesado entender, actuaban como cualquier otro gobernante humano de los que Breetai había conocido en esos miles de años: buscaban expandir su poder. Por supuesto podía haber razones y condiciones, pero el ancestral Zentraedi solamente veía el patrón. Muy bien, se dijo a sí mismo, que los micronianos se ocupen de ayudar a los Cristalitos. Así podría llevar menos enfermeros y más soldados, menos ayuda humanitaria y más munición, en sus propios buques. Rápidamente se sobrepuso a la oferta del soviético, dejándole en claro que, si querían ocuparse ellos de esas cosas, les dejaría el control Y RESPONSABILIDAD total para que no lo molesten con esas cosas. Curioso y Gracioso, Zygmantov mismo no iría en la expedición, sino que se le uniría "despues" porque tenía "una mision que cumplir antes"; cómo les gustaba a los Sovieticos estos hacerse los misteriosos. En cuanto a lo militar, aquellos micronianos eran terrícolas después de todo, y Breetai había aprendido a no subestimar a los terrícolas; pero resultaban graciosos sus juegos de poder: querían robarle espacio al imperio Tiroliano? Por él estaba bien, poco cariño guardaba por sus antiguos empleadores. Querían hacerse fuertes, quizá desafiar a la UN Spacy un día? Estaban bastante lejos de conseguirlo, y algunos terroristas espaciales no le impresionaban. Breetai había estudiado a la ISIS en su momento ya, y no parecían un peligro. Guerra de propaganda, guerrilla incluída, no eran desafíos reales. Además, aunque no habían pasado ni 15 días desde el comienzo de la Invasión Haydon a Sferis en total, siempre estaba la irónica posibilidad de que no encontraran a nadie a quien salvar: algo que a Breetai le había sucedido infinidad de veces, sobre todo en sus antiguas luchas con el Ejército de Supervisión.  

El acuerdo de cooperación de la Fuerza Conjunta se firmó con rapidez sorprendente para el soviético, que había esperado una larga negociación. Zygmantov tampoco era estúpido y sabía que tomar por tonto a alguien como Breetai era poco menos que imposible, incluso para un experto como él. Ninguno de los dos lo dijo, pero ambos entendían perfectamente lo que implicaba esa firma. Cuando estuvo claro que a ninguno de los dos le importaba, se selló el convenio.  Breetai quería partir cuanto antes. Llevaría 180 Naves Insignia Zentraedi, cada una con el grupo de flota habitual, unas 150 naves menores, de las que se usaban en la época anterior a la deculturación, 20,000 naves en total, buena parte de  la Flota Zentraedi superviviente. Los Soviéticos llevarían unas 12.000 en total, con 120 Naves Insignia Zentraedi y 80 SkyFurnaces como naves líderes de grupo y unas 60 naves menores por grupo. Una fuerza realmente formidable que ambos esperaban liberar en poco tiempo, tras obtener una victoria contundente. Curiosamente, los soviéticos según su costumbre llevaban pocos suministros, ocupando el poco lugar disponible con ayuda humanitaria, alguna de ella transferida de la UN Spacy: Planeaban enviar luego a Sferis un convoy de reaprovisionamiento, civil y militar, desde otro de los Planetas de la ISIS, para no cargar sus naves de más, cuando hubieran asegurado un pie en el sistema. Los satélites fabrica de ambas facciones aseguraron que lo necesario estuviera listo en cuestión de horas.  Se instalaron en todas las naves, incluso en las de la REF, sistemas actualizados de comunicación SD; aunque eran demandantes en energía, eran los únicos que estaban seguros de que los Haydon no podían espiar. 

La fuerza partió 2 días después de firmado el acuerdo, 3 días después de la firma de cooperación sferiano-soviética, a 6 de la llegada de Illarys al Sistema solar. La respuesta “terrestre”  había sido razonablemente rápida, pero restaba ver si sería suficiente: podían los Haydonitas haber exterminado a todos los Sferianos en menos de 20 días? Muy pronto lo averiguarían. Restaba también ver qué consecuencias tendría para la política cuando Tirol se diera cuenta de que le estaban quitando lo "suyo", de una manera tácita y elegante.

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